miércoles, 8 de mayo de 2013

Prosía


Esto no es nada nuevo, solo otra forma más tratar de desahogar algo que llevo dentro.

Cansado de la rítmica, cansado de repetitiva melodía de cada canción, que como música incidental, escuchamos cada día; cansado del surrealismo que sufre, se queja, se ahoga en un mar de lágrimas de absenta, se desvanece entre los humos de la marihuana; cansado de la tele, cansado de la radio, cansado de tanto grito que se suma a los demás y nada más hace.

Luché y luché, durante un tiempo, dentro de mi cabeza; hasta que me di cuenta de que el enemigo de adentro es un títere del de afuera.

La prosía, como la poesía, me mastica; no puedo domarla, no puedo malearla; es todo lo que debe salir de mi cabeza, mi piel convirtiéndose en papel y mi sangre en tinta:

Recuerdo una noche, tirado en una cama, escuchando las voces del patio de fondo, que quería sacar de mi cabeza; loco –estaba loco- muy loco: la puerta con todos sus relieves, con todas sus ventanas, era un rostro; yo corría, Valparaíso seguía ahí, debajo de mí, sobre mi, a mis costados, el mundo es millones y una sola cosa, todo lo que es, y la mente; imágenes del futuro aparecían en mi cabeza, las imágenes se agolpaban por salir de mi mente, que se estaba incendiando, no había nadie más que yo ahí;  ¿Valparaíso, seguís ahí? silencio –el Cerro Alegre está en la suya-, mi voz retumbando contra las paredes de la habitación, o dentro de mi cabeza, es lo único que se escucha.

Todo lo que vi esa noche, aún no ha sucedido; dudo que en algún momento haya de suceder.

El futuro no es esperar que los delirios que en mi mente produjo un campo de flores, se hagan realidad; es pasar el bajón, salir a caminar, estar en la calle, reconocer lo real y desde el campo de flores reinterpretarlo; salir a ganar el terreno, perderme en el desierto de lo real, encontrar los oasis que muy de vez en cuando hay.

Después de ver al ocaso erosionando los Andes con su fuerza ¿qué le queda al hombre?

El tiempo, que todo lo hace ceniza y arena, que mueve las montañas de un lado para el otro y cuando Mahoma va hacia ellas, ya no están donde él pensaba; que nos erosiona a nosotros.

Si no somos más que el sueño de Brahma, yo grito basta de solipsismo.

Si Dios nos creó, las bacterias de Marte son más sensatas que él.

Es hora de dejar el café sin cafeína, el azúcar sin sacarosa, la leche sin lactosa, el chocolate laxante, el jugo natural de fruta con 40% de jugo natural, más vitaminas, más calcio, más glifosato, más cianuro, más vaya a saber uno cuántas otras cosas más; es hora de despertar, de reventar nuestras conciencias prefabricadas; es momento de dejar de creer en La hora del planeta, en el diván, en la eucaristía, en la democracia representativa.

Bien por nosotros, los que habitamos el subsuelo; bien por aquellos que han sido bautizados con el agua de las alcantarillas; pero seamos conscientes, amigos, hermanos, compañeros del abismo, que aun en nosotros: el sufrimiento, a saudade, das angst y la idiotez, van de la mano.

3 comentarios:

  1. Dos cosas llamaron poderosamente mi atención, a saber:
    primero que nada, creo que es muy peligroso eso de construir ese enemigo titiritero externo que nos controla de alguna manera. Esa es una manera de ver el mundo que hace peligrar nuestra capacidad de autodeterminación, de felicidad autogestionada, y realmente creo que hay que pensar que los de afuera no pueden ser siempre enemigos, en ese eterno buscar el malestar en otro lado, hay que amigarse un poco más, ser más hermanos, ser más humanos, más colectivo de amor que diferentes facciones enfrentadas por la violencia y el odio. O esa es una pronta interpretación que propongo hacer de una nueva realidad que está por construirse, no sé.
    La otra cuestión es "Después de ver al ocaso erosionando los Andes con su fuerza ¿qué le queda al hombre?"... La verdad, no nos queda nada, y nos queda todo. Extraño el sur, vamos al sur, quiero sur !

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  2. creo que lo que quise decir con lo de "el enemigo de adentro es un títere del de afuera." es que los monstruos que uno lleva en su cabeza son muchas veces el reflejo interno de los miedos que el afuera producen

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