La
imagen de la esquina de Las Heras y Santa Fe, los árboles del botánico
particularmente, se veían dispersos hasta en sus siluetas, entre la niebla; o
más bien, detrás de la fina capa de humedad, de pequeñísimas gotas de agua,
flotando en el aire, viajando sujetas a los cambios de la brisa.
Las luces blancas, como estrellas
de magníficos e incomprensibles tamaños, se veían como a través de una nebulosa
en un eterno bostezo en el espacio.
De uno de los inmensos bloques de
pavimento, hormigón, o lo que sea, gris, que compone el mosaico que se forma
con el suelo de la Avenida Santa Fe, al paso de cada bondi, salía por debajo,
como resurgiendo de las napas subterraneas o de los arroyos asfaltados de la
ciudad, un chorro de aguas turbias; y en ese momento recordé, la visión extraña
de la ruta perdida a lo lejos, pintada allá en el horizonte, de los rincones
del país que pude recorrer junto a unos hermanos que andan perdidos sin la
necesidad, por momentos absurda de encontrarse, recorriendo los rincones que la
geografía del continente y los mapas de ruta, esconcen para sí mismos.
Debo confesar que sí, estaba
drogado tanto en el hecho como en el recuerdo, pero tengo todavía fresca en las
entrañas, la sensación de poder, como de ligereza hasta en lo más profundo de
mi ser, que venía a mí al poner los pies en la ruta.
Siento
en mi sus sonrisas que abrazan y sus miradas sinceras, como si estuviesen
marcadas con fuego sobre mi carne sus iniciales.
Mi
corazón explota encerrado en mi pecho al volver a sentir eso y en mis pies
reinan las cosquillas de volver a estar ahí, en ningún lado a pesar de estar
dentro del mapa; y curioso es, que hasta en la grata situación de estar en la
ruta, uno siga estando dentro del mapa, perteneciendo a la (a)mente humana; si
está la ruta es porque alguien la pensó para algo.
Pero
mientras tanto pienso y siento: los abrazos sellados sobre los Andes, gracias a
la dispersión gaseosa del oxígeno en el aire, se sienten aun con el paso del
tiempo.
San Juan en el estómago y el hígado. |
sisisi, espíritu de viaje que te pica en las patitas
ResponderBorrarno dejes de escribir eu
bella melancolia, la única razón por la que volvería a buenos aires. y para compartir unos vinitos :)
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